No me resulta fácil hablar de mi propia música. Estoy mucho más acostumbrado a escribir sobre la ajena y creo que, sin una recomendable distancia, es difícil mantener la objetividad a la hora de emitir ciertos juicios de valor. Únicamente puedo hablar de lo que creo y pienso, y a mi modo de entender esto reduce enormemente el campo de acción, porque en la creación ocurre también aquello que no se piensa. No quisiera resultar pedante en las opiniones que siguen, únicamente pretendo mostrar con claridad el objeto que persigo en la creación musical.En la actualidad, a menudo se nos demanda que expliquemos nuestras obras por encima de su contenido intrínseco. Estoy de acuerdo en el hecho de que no hay otra forma para dar a conocer ese contenido musical, si bien también corroboro la opinión de Benoît Duteurtre cuando en su libro "Rèquiem pour une avantgarde" - Ed. Robert Laffont, París 1995 - alude al absurdo que ha llegado la música del siglo XX a la hora de realizar los comentarios sobre las obras que contiene, por ejemplo, un programa de concierto. En estos a menudo resulta más importante el comentario que la propia obra. De uno u otro modo, la segunda mitad de este siglo ha hecho del comentario, vinculado intrínsecamente al ideario estético, bandera para la defensa de la propia música, relegando a segundo plano su resultado y la percepción que de ella tienen los oyentes. El análisis estético y técnico se ha utilizado indiscriminadamente para justificar resultados nada convincentes.Ahora bien, a pesar de lo antedicho, creo que el único modo de acercarnos con objetividad a una obra musical es el análisis, sin olvidar el hecho de que éste será comprendido por una parte muy limitada del público en general. Dejemos de lado el hecho de que el análisis ha ayudado a "crear" una saga de compositores que en muchos casos, bajo ideologías a menudo dispares, han hecho del autoanálisis un elemento de defensa incuestionable para su realización musical, creando un círculo reduccionista a su alrededor. No se me interprete como contrario al análisis, más bien lo contrario. Lo que quiero evitar es que en lo que continua no se me tache de ideólogo de una u otra sistematización, nada más lejos de mi intención, con el análisis únicamente pretendo reflejar un modo de trabajar, un métier.La ayuda del análisis aparece como imprescindible para acercarnos a la música en una época en la que el creador ha dejado de lado el oficio de orfebre y participa en la música con un acercamiento notablemente inferior al de sus antepasados -a excepción de las músicas populares, como el pop, rock, jazz, etc. -. Se puede cuestionar la validez de la aplicación analítica en algunos casos: es absurdo pretender que la mayor parte del público de un concierto conozca la obra a partir de parámetros técnicos, sin embargo, es muy importante -diría que imprescindible- que en el ámbito educativo, para citar únicamente un ejemplo, esto sea habitual.No hay que olvidar, de todos modos, que la música no la creamos únicamente para entendidos -por lo menos en mi caso-, sino para el público en general, a menudo inculto y desconocedor de los medios de realización musical aplicados en la composición. La técnica deviene pues un elemento condicionador del resultado y el análisis su explicación lógica. No obstante, este concepto, iniciado ya por Schoenberg quien, de uno u otro modo con el desarrollo del dodecafonismo y de la realización arquitectural abría el camino hacia el autoanálisis para evitar la autorrepetición, nos ha condicionado toda consecuencia musical posterior.El ideario schoengberiano, seguido por Webern y amplificado por los alumnos de la escuela francesa de O. Messiaen a partir de su irrupción en Darmstadt, ha impregnado el mundo de la creación musical reduciéndola, en muchos casos, a pequeños grupos de personas, mayoritariamente musicólogos, compositores, directores, etc., afines a un compositor x. Es obvio que la mayor parte de Festivales de Música Contemporánea actuales se parecen más a una convención de compositores que a un festival de música destinada a un público genérico. La mayor parte poseen además, una programación vinculada a un ideario estético relacionado con un grupo de creadores concreto. No estoy en absoluto de acuerdo con aquellos que profesan la necesidad de educar al público para que así pueda oír con mayor interés y conocimiento la música contemporánea. Esta no es la cuestión. No hay más que acercarse a un concierto de música contemporánea y observar que, salvo un reducido grupo de personas -muchas relacionadas con el compositor- la música no les ha gustado ni interesado, y no me refiero únicamente al público en general. Digo esto porque el recelo sobre la veracidad de la calidad de la música no entendida no es exclusivo del oyente profano, sino que sobrepasa a la propia profesión.No hay panaceas en la creación musical, lo único que puede haber es sinceridad y quehacer continuado. Tampoco hay crisis generalizada en la creación como a menudo se nos quiere hacer creer, explicando así sus carencias. En mi caso, un músico que empezó a estudiar música -clásica- a los 6 años, continuando posteriormente en el Jazz y la música popular para llegar finalmente a la música contemporánea, la visión de la problemática de la música del siglo XX, presentada como algo caótico por muchos de sus protagonistas, me ha resultado siempre curiosa y en algún caso, risible. Recuerdo cuando al final de mis estudios en Manresa - aproximadamente hacia 1980 - conocí a personas que me mostraron un modelo musical que, en aquellos momentos, era para mí prácticamente desconocido. Al mismo tiempo conocería la entonces famosa crisis creativa en la que supuestamente se encontraban los compositores de aquel momento. Era algo curioso lo de la crisis, puesto que todavía hoy desconozco de que crisis se trataba.Resulta evidente que un compositor se replantea en cada obra todo su ideario estético, lo cual constituye una revisión ideológica continua, pero lejos de ser una crisis creativa se trata, a mi modo de ver, de la capacidad o incapacidad de decir algo nuevo, y es eso lo que es verdaderamente importante. No se trata de lo nuevo como novedad, sino como renovación. Demasiado a menudo los creadores nos escudamos tras una supuesta crisis de identidad que esconde, en realidad, el temor a abordar la autorrepetición y el plagio de ideas concebidas por nosotros mismos o por cualquier otro, en la línea del concepto schoengberiano de: repetir sí, pero jamás exactamente igual. Existe pues, una cuota de prejuicios notoria en muchos creadores a la hora de abordar su trabajo. Tanto es así, que cada creador parece buscar un horizonte particular y único, a modo de lenguaje propio. Recuerdo al respecto una conversación con el compositor puertorriqueño Carlos Carrillo, a quien conocí en la Eastman School of Music (USA). Me decía que estaba buscando un modo de escritura - ya sea gráfica o sistema de combinación de alturas, ritmos, etc.- que nadie más utilizara. Una vez encontrada la guardaría celosamente para que nadie pudiera utilizarla del mismo modo. Yo le contesté que, menudo fracaso si alguien utiliza el mismo modelo y realizaba una obra mejor. Esta simple anécdota ejemplifica la paradoja en la que los compositores a menudo nos encontramos a la hora de la realización musical, en la que la palabra y el verbo único, sin sentido orgánico, deviene más significante que la propia frase. Eso provoca radicalizaciones alrededor de ciertos creadores mayoritariamente dirigidas a proteger el propio trabajo. No deja de sorprenderme ver a grupos de compositores alrededor de determinado creador y observar que únicamente aprecian su discurso, despreciando el de todos los demás, aún sin apenas conocerlo.Esta búsqueda de la notoriedad mediante un discurso reduccionista es algo que, a mi modo de ver, ha impregnado demasiado a la música contemporánea, la cual indebidamente aislada por las instituciones, que no le han prestado más que un ridículo apoyo, ha creado también sus propias estrellas. A esto hay que añadir que en su firmamento la música española ocupa un espacio muy reducido. No se trata de que la calidad de la música sea menor, sino que el ideario estético defendido no resulta de la misma claridad y no posee el apoyo mediatico necesario. Nos encontramos así con casos como el de Francisco Guerrero, que gracias al beneplácito de la musicología de los países vecinos es catapultado a los más importantes festivales de la escena Europea, aún siendo en España un gran desconocido. Resulta ridículo, desde cualquier punto de vista, que aquellos que no conocían su música anterior, y aún así la criticaban, ahora la elogien todavía sin conocerla.Cabría preguntase aquí la validez de la creación en tanto que producto musical - aunque quizá suene poco artístico-. Me asombra que exista un grado de crítica o beneplácito - dentro de la misma profesión - con respecto a uno u otro compositor sin tener en cuenta su obra y capacidad creativa. Otras veces se da el absurdo: es bueno o malo aquello que más o menos veces se interpreta. En pocos casos se observa su realidad como música. Los conciertos son, para los propios creadores, lugar de compraventa de su propio producto, y existe mayor preocupación en ello que en la música misma. Esto podría no ser significativo si no fuera por el hecho de que la mayor parte de los asistentes a dichos eventos son, en realidad, los propios creadores.Llegado a este punto ruego al lector que excuse esta larga introducción que trata, más bien de principios éticos y politiquilla musical que no de música. Para mí es, sin embargo, necesario hacer estas aclaraciones al respecto: soy un firme partidario del análisis como medio de conocimiento, y reconozco su aplicación práctica en la realización musical; aborrezco, sin embargo, la falta de ética profesional de muchos profesionales, ya sean intérpretes o compositores, cuando abordan a éste desde un punto de vista únicamente mercantilista. No me interesa juzgar una obra por su calidad de realización. Me interesa juzgarla por su resultado y por su capacidad de crear estados psicológicos diversos que resulten, en mi limitada capacidad de entendimiento, sugerentes y positivos. Le tengo demasiado respeto a la creación musical como para reírme o denostar el trabajo de los demás, pero no por ello soy menos crítico. Algo muy distinto es crítica y burla.TrayectoriaMi trabajo como compositor se inicia de modo definitivo hacia el año 1983. Mi dedicación anterior a otros tipos de música -jazz, pop, etc.-, me serviría para poder contrastar el mundo clásico, de concepción vertical, al mundo de la música práctica, de concepción horizontal. Esta última era un modelo imposible de conocer en un centro público como eran los conservatorios de aquel período -1970-1980-. Fue en un encuentro providencial en el conservatorio de Manresa (1982) -muchos años más tarde a mis primeros estudios musicales- cuando conocería a A. Sardà, M. Roger y J.M. Vilà, con los cuales entraría en un mundo para mí desconocido hasta aquel momento. Posteriormente, un fugaz curso de composición con C. Guinovart en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona me llevaría a estudiar con J. Soler, del cual aprendería ciertos aspectos ajenos a la música, pero que de uno u otro modo tendrían mucho que ver con mi propio modo de asumirla, es decir, con un profundo respeto a la creación y a la capacidad de invención. Considero a Soler como uno de los más importantes compositores catalanes de hoy. A mi juicio, la animadversión que parte de la profesión siente por aquel se debe más a cuestiones no relacionadas con la música que a ella misma, algo que no deja ver con claridad el creador que es.La enorme deficiencia de los estudios de composición en dicho período era notoria, por lo que para mi propio trabajo intentaba conseguir partituras, trabajos analíticos, etc., que me sirvieran para conocer la música desde dentro, conocimientos que, de uno u otro, modo me llevaran a desarrollar una mecánica concreta. Las pruebas en este período fueron cuantiosas, y las horas invertidas mucho más. La mayor parte de los medios empleados y las obras resultantes carecían de una base sólida como para ser defendidas como tales. Esto me serviría, sin embargo, para buscar de modo autodidacta nuevos horizontes, con la única compañía de las partituras y mis propios trabajos analíticos sobres aquellas.Sería en 1986, cuando durante el transcurso de un curso en Vilanova y la Geltrú conocería a J. Guinjoan, con el cual he mantenido desde entonces una relación magnífica y de total entendimiento en lo que a la creación musical se refiere. J. Guinjoan ejerció en mí un fuerte impacto, ya sea desde su fuerte personalidad hasta un modo de trabajar en el que el rigor era -y es- parte fundamental, no exenta de una extraordinaria inventiva. Con aquel conocí, por ejemplo, la familia de los instrumentos de percusión en una dimensión desconocida para mí hasta aquel momento.El año siguiente (1987) conocería en Villafranca del Bierzo a C. Halffter -además de T. Marco, A.G. Abril, J.R. Encinar -, quien sería, de uno u otro modo, uno de mis referentes a la hora de realizar mi trabajo subsiguiente. Sigo considerando en la actualidad a Guinjoan y Halffter como los dos mejores exponentes de la música española con verdadero rasgo nacional -no nacionalista-, si bien en ámbitos totalmente distintos y con presupuestos estéticos diferentes.Ya en el año 1988 conocería al que ha sido para mí mi primer verdadero maestro, Franco Donatoni. Si bien mis estudios con aquel fueron de una duración limitada su impacto fue muy significativo en mi carrera. No me refiero a una influencia en mi música, que no lo considero notorio, sino a lo que concierne sobre el modo de trabajar y pensar la música, con mayor detalle y objetivación. No comparto las tesis de aquellos que definen la escuela de Donatoni como obligada a seguir su ideario estético. En todo caso eso ocurre en muchos casos en los que es un maestro de fuerte personalidad el referente. No recuerdo, sin embargo, que Donatoni me obligara a tomar un camino u otro. Sí que me cuestionó cada detalle de mi trabajo, pero era un modo intentar mover los cimientos para estar seguro. Mi pieza fue seleccionada para el concierto del curso y obtuve la beca de Accademia Chigiana.El año siguiente (1989) realizaría un curso con Luigi Nono en la Fundación Achantes de Avignon. La experiencia no fue demasiado positiva, puesto que su enfermedad se encontraba en un estado muy avanzado, con lo que sus clases resultaban distantes. Aún con todo, la experiencia resultó altamente gratificante, en cuanto que pude descubrir un mundo que para mí resultaba fascinante y que era antagónico al de Donatoni: la experiencia del detalle tímbrico, lo que denominaba Nono la qualità di suono. En 1992 realizaría los cursos de doctorado en la Eastman School of Music de la Universidad de Rochester (USA) con Samuel Adler.No me considero, sin embargo, musicalmente relacionado con ninguna escuela de composición concreta y a ninguno de los maestros anteriormente mencionados. Mi experiencia autodidacta en el campo de la composición ha marcado también mi propio trabajo, más basado en el estudio de las que considero grandes obras del siglo XX que en el seguimiento de determinadas clases de composición.No he hablado hasta aquí de los premios de composición que he recibido. La cantidad de ellos es muy numerosa, y no me gusta caer en la pedantería de poner énfasis en algo que considero valor limitado. Los 39 premios que he recibido hasta la actualidad no me han servido más que para poder oír la música que he realizado y con ello obtener la experiencia necesaria para seguir escribiendo. Debo reconocer, de todos modos, que gracias a ello también he podido darme a conocer en el mundo de la creación española actual, si bien no estoy muy seguro de si me ha reportado más beneficios que disgustos. Mi trabajo en los últimos 3 años -desde 1997 a 1999- como presidente al cargo de la Associació Catalana de Compositors me ha mostrado la dureza del trabajo en el mundo de la creación, al tiempo que me ha hecho conocer la decepción que se siente cuando se realiza un trabajo en defensa de la creación actual y a cada creador únicamente le importa su propio entorno. Las grandes excepciones han hecho, de todos modos, que los malos tragos se eclipsaran.No quisiera terminar este apartado sin hablar -aunque sea brevemente- de la docencia, a la cual me dedico desde el año 1985, y desde 1990 como profesor de composición en el Conservatorio Superior de Música de Zaragoza. Mi experiencia en mis propios estudios, de gran deficiencia en el ámbito analítico y técnico, hacen que sean éstas mis prioridades. La enseñanza de la composición me abre, día a día, nuevos horizontes y me enseña algo nuevo en cada momento, que añadido a la experiencia compartida con mis alumnos me hacen replantear y autoanalizar cada nuevo modelo creativo.SistemaComo anteriormente ya he mencionado, no considero la técnica como el único medio de realización musical, más aún si esta se halla alejada de la realidad musical resultante. Para mi es muy difícil -para no decir imposible- concebir la música a partir de un ideario-fórmula. En todo caso, el proceso de desarrollo y elección del material es algo posterior a la concepción de la idea, procedente esta de la imagensonora inicial que tengo de ella. Sin esa imagen me resulta muy difícil abordar su continuidad.Cuando hablo de imagen, no se trata de un elemento concreto. Éste puede variar en cada obra, e incluso dentro de aquella misma. Puede tratarse, desde un núcleo interválico limitado hasta un simple elemento tímbrico. En ambos casos deberán ser, sin embargo, elementos suficientemente reconocibles como para ser identificados con claridad. Se trata, simplificando al máximo los conceptos, de la ampliación del motivo o tema.Para su consecución considero absolutamente necesaria la distribución temporal de todos los acontecimientos musicales. No concibo la obra si no es mediante la imaginaciónde todo el proceso formal posterior, previsto a priori, puesto que eso repercutiría negativamente en el desarrollo final de la obra. A mi juicio una obra debe durar el tiempo justo y necesario. Para ello utilizo diversos modelos de trabajo según las necesidades de la obra y el condicionamiento de la imagen. Evidentemente, cada período de composición conlleva un cambio paulatino de estos procedimientos. En el período actual es la resolución áurea la más utilizada para desarrollar la fragmentación temporal, si bien se comparte con otros modelos de realización.Otra de mis obsesiones a la hora de la realización musical ha sido, desde siempre, la de organizar el desarrollo interválico, puesto que este tiene relación directa con las alturas. Sin duda, se trata de mi relación inicial con el mundo creativo de la escuela vienesa y la herencia del pasado clásico la que marcan la decisión de tomar ése medio y no otro. Tras haber renunciado a la tonalidad u otros modelos de sistematización modal o serial había que buscar un modelo que me diera, de uno u otro modo, la coherencia suficiente para desarrollar un medio de realización uniforme. Desde mi punto de vista, el procedimiento tonal y modal no conlleva únicamente el uso de una u otra altura, puesto que esto es una consecuencia de aquel, sino que también presupone la repetición de intervalos que se hallan en su estructura interna. De hecho, el motivo es, en sí mismo, una estructura interválica que se repite en distintas alturas y en distintas posiciones, pero que mantiene un mismo orden orgánico. Es éste el que en mi caso proporciona la coherencia del discurso, sin olvidar, claro está, los aspectos formales y texturales.Desde mis primeras obras se mantiene, por lo antedicho, un sentido de organicidad interválica que creo muy significativo. En una de ellas, Seqüènciespara piano solo (1984), ya se utiliza este modelo, si bien se acerca más a un uso serial que a un uso interválico de connotación motívica. La obra sería premio del Instituto de la Juventud de la Generalitat de Catalunyaen 1986. El modelo era aquí un grupo interválico -motivo- de 5 notas:Ejemplo 1Este motivo se constituiría como núcleo para la organización, tanto formal como armónica, de toda la pieza. Para el desarrollo interválico se construirían una serie de matrices, la primera de las cuales se realizaba a partir del grupo inicial:Ejemplo 2La versión invertida (I) y retrógrada invertida (RI) se utilizarían como substitutorias de la original (O) y retrógrada (R) -en notas blancas-. Cada transposición partía de cada una de las notas del motivo en posición original e invertida. La dirección de las flechas señalaba la dirección normal o retrógrada -según fuera su dirección-, y el número era el de orden. La elección de la original o invertida de cada grupo se realizaba de modo libre hasta completar el total de 12 modelos-motivo utilizados. En lo que seguiría se utilizaban dos nuevas matrices a partir del motivo inicial (ejemplo 1) transportado a la tercera (La) y quinta nota (Fa#), lo cual configuraba en realidad un acorde de Re mayor -superponiendo las tres notas, primera, tercera y quinta-.El propósito de esta combinación era el de conseguir la máxima coherencia del modelo. Paradigmáticamente la obra, que era escrita a partir de un motivo para evadir el modelo serial, resultaba ser justamente así. La diferencia erradicaba, en todo caso, en la libertad de elección de los grupos motívicos a la hora de su combinación. Por lo demás el modelo era plenamente serial.Inicio de SeqüènciesEjemplo 3Evidentemente, el procedimiento de trabajo en esta pieza se encontraba en un estado de realización muy primitivo, pero su unidad y coherencia interna, junto a una claridad de exposición, han hecho que sea la única obra, de entre mis primeras piezas, que he conservado en mi catálogo. De uno u otro modo, en ella se halla ya el germen de mi trabajo posterior.En obras posteriores el desarrollo de estos elementos difiere considerablemente, y el uso más libre de aquel es notoriamente superior. En mi obra actual el intervalo es un ente propio y desvinculado de las alturas. Éstas son consecuencia de la combinación interválica según un criterio de libre elección que varia de obra en obra. De ese modo, la misma secuencia interválica puede arrojar modelos motívicos totalmente distintos que mantienen en común el germen del núcleo principal. Éste es, de hecho, un modo de realización que dimensiona el concepto de la inversión y la retrogradación llevándolo al infinito. Las decisiones del compositor son aquí lo único que define el formato final. Es decir, no hay una fórmula definida, puesto que la variedad de aquella lo impide. Así pues, el modelo de realización se puede basar en secuencias propias o tomadas de cualquier música ya existente.En las 5 piezas para Saxofón y Percusiónde 1992 se abordaba la descomposición de una obra antigua para construir, desde la propia estructura de aquella, una totalmente nueva, tanto en concepto como forma final. La obra era escrita en Rochester (New York) en el año 1992. Más tarde, en 1994 seria Primer premio del Fourth Annual International Spectri Sonori Composition Contest(New Orleans, Louisiana, USA). Dedicada a dos buenos amigos i magníficos intérpretes, Israel Mira y Manel Ramada, la obra parte de la disgregación de un fragmento del Salve de Antonio Soler, en concreto el que de un modo curioso, hace uso de la voz sola acompañada por dos violines en unísono. Lo inusual del fragmento fue lo que me atrajo a la hora de utilizarlo. No debe entenderse esto como un modo de buscar lo extraño per se a la hora de la realización musical, puesto que considero que cualquier modelo puede resultar válido para la creación musical y que depende del compositor la capacidad desarrollarlo.Desde mi punto de vista, la elección al azar de cualquier elemento musical externo no tiene porqué perturbar la realización de cualquier nueva creación.A partir de la elección se diseccionó el fragmento musical atendiendo principalmente a la interválica (ejemplo 5). De la combinación de toda la realización temática se deducían ciertos elementos o células interválicas que podían servir de núcleo básico para desarrollar un medio de combinación de alturas, en el transcurso del cual se producían algunas coincidencias. Aún así, en su contexto general mantenían las diferenciación necesaria para comportarse como modelos distintos.Las consecuencias derivadas de las relaciones interválicas, convertidas aquí en elementos motívicos, servirían para construir el material de toda la obra. De ella se conservarían connotaciones y determinados gestos, utilizados limitadamente pero de modo casi literal con respecto al texto musical original, puesto que de otro modo el aspecto recurrente del Salve quedaría totalmente anulado y únicamente resultaría perceptible en un análisis técnico -con conocimiento preciso- del desarrollo del material musical (ejemplo 4).Salve de Antonio SolerEjemplo 4Sería la combinación interválica de dichas células los modelos a desarrollar. De estas se deducirían un total de 10 grupos, de los cuales se realizaría su negativo tomando la referencia tonal, es decir, menor como negativo de mayor. Cada grupo constaba de 3 intervalos más otro complementario, derivado éste de la combinación interválica de las notas primera y tercera o segunda y cuarta del mismo grupo.NormalNegativo 3 31i(2,1,1)i(1,2,2) 2 42i(1,1,1)i(2,2,2) 4 23i(3,1,1)i(4,2,2) 1,7 3,74i(2,3,4)i(1,4,3) 3,6 1,45i(1,4,2)i(2,3,1) 7 76i(4,3,1)i(3,4,2) 4 27i(2,2,1)i(1,1,2) 3 38i(2,1,2)i(1,2,1) 4 59i(5,1,1)i(7,2,2) 5 410i(1,2,7,2)i(1,5,1)Ejemplo 5Para delimitar su campo de acción se resolvió en ordenar estos grupos según su relación interválica, para crear así un orden de importancia sucesivo:NormalNegativoPrimeroi(2,1,1), i(1,1,1), i(3,1,1)i(1,2,2), i(2,2,2), i(4,2,2)Segundoi(2,3,4,), i(1,4,2)i(1,4,3), i(2,3,1)Terceroi(4,3,1), i(2,2,1), i(2,1,2)i(3,4,2), i(1,1,2), i(1,2,1)Cuartoi(5,1,1), i(2,7,2)i(7,2,2), i(1,5,1)Ejemplo 6Realizar esta colecciónde grupos de intervalos tenía como objeto conseguir, mediante su autorrepetición, un modelo combinatorio que diera un color interválicoreconocible en cada uno de los fragmentos o piezas. La continua repetición de aquel podía, sin embargo, generar un exceso de repetición y provocar el agotamiento en su audición. Para evitarlo se desarrolló un modelo combinatorio que limitara el uso de aquellos, de modo que pudiera mantener la variedad necesaria para evitar la monotonía interválica.Con este procedimiento se realizaron una serie de matrices combinatorias que delimitaban el uso de cada grupo en cada una de las piezas (Ejemplo 7).Ejemplo 7El desarrollo interválico de cada pieza seguiría de acuerdo con estas matrices combinatorias (ejemplo 7), en las que cada pieza mantendría un color interválicoconcreto derivado de su combinación. Para obtener un elemento intermedio de enlace entre los distintos núcleos temáticos se utilizaron los números complementarios -números superiores ejemplo 5-. Esto supondría una combinación rica y variada, y en la que la repetición se mantendría con un nivel de coherencia suficiente como para sostener un resultado de alturas uniforme. La distancia interválica delimitaba únicamente la nota siguiente, en un ámbito interválico no superior a 12 semitonos. La octavación no tenía aquí un valor expreso. La secuencia que se derivaba de su primera combinación era la siguiente:Ejemplo 8Puede observarse que existe una continua repetición motívica generada a partir de la reiteración interválica, lo cual condicionaría su resultado a pesar de los saltos de octava y el uso rítmico de aquella. El modelo antedicho sería el utilizado por el saxofón en la primera pieza (ejemplo 9). De modo semejante se realizaría en las siguientes piezas, tomando como punto de partida las 5 primeras células interválicas -ejemplo 5-.Ejemplo 9Como puede observarse, el procedimiento de combinación interválica no es, en esta obra, excesivamente complejo, puesto que únicamente tiene como objeto desarrollar un medio lógico que conlleve repetición en sí mismo -si bien no repetición de alturas-. Otro ejemplo de gran simplicidad es el utilizado en Strength (1994) para saxofón alto. Para su desarrollo se utiliza una combinación de los 6 intervalos (la ampliación de estos equivale a la inversión de los mismos). Para ello se combinan 7 grupos de intervalos divididos en dos subgrupos. Uno de intervalos pequeños: 1,2 y 3 semitonos; y otro de intervalos grandes: 4,5 y 6 semitonos. Los intervalos prioritarios y más utilizados a lo largo de toda la obra son los de 1 y 3 semitonos, que son por otra parte con los que se combinan los anteriores.Ejemplo 10Este es un procedimiento que limita enormemente el campo de acción interválica reduciéndolo a la mínima expresión. Resulta ideal, sin embargo, para mantener un control rígido sobre le acontecer horizontal, sin olvidar que ello puede suponer un agotamiento a corto plazo. En mi obra, a menudo el procedimiento interválico tiene relación directa con el desarrollo formal o a la inversa. En ese sentido Strengthse construye sobre una base formal dividida también en tres partes, en las que son sus propios tempilos que las determinan y distinguen. Cada parte equivale a un modelo interválico fijo de únicamente dos intervalos distintos (ejemplo 10). Los grandes grupos formales son:I Fuerza (grandes saltos interválicos) (ejemplo 11)II Nervioso en ámbito limitado (contrastaste con el anterior) (ejemplo 12)III Fuerza (retorno a la idea inicial)Ejemplo 11Cada una de estas partes posee una duración aproximada de 140" (fracción de 1/3 del total de 7 minutos (420")). Cada una de estas tres partes se halla dividida a su vez en otras 7, cada una de 20", en las cuales se determina el ámbito de acción del instrumento en base a una plasmación gráfica de aquel realizada previamente a la composición. Se trata en este caso de una distribución en la que se determina el ámbito de actuación de las alturas (ejemplo 13).Ejemplo 12Las duraciones aquí reflejadas son intercambiadas por pulsaciones, dependiendo su número del tempo empleado. En la obra sólo se utilizan 4 tempos distintos: 90, 60, 72, 80, todos ellos con referencia a la pulsación de corchea.Ejemplo 13La parte I mantiene el tempo de e = 90, mientras que la parte central II se mantiene en 60. La parte III realiza un acelerando pasando por e = 72, 80 y llegando a e = 90, donde repite un breve fragmento de la parte inicial. Un período de 20" de e = 90 equivale a un total de 30 pulsaciones. Lo mismo ocurre con el tempo de e = 60, que equivale a 20 pulsaciones. Con 72, 12 pulsaciones y con 80, 13 pulsaciones.Al igual que ocurriera con la interválica, tampoco los procesos formales poseen una complejidad excesiva. Normalmente se hallan vinculados a procedimientos de encadenamientos de tipo modular que, a mi juicio, resultan ideales para realizar combinaciones complejas desde elementos de enorme simplicidad. No estoy interesado en realizar estos procedimientos basándome en procedimientos matemáticos. Cada obra tiene que poseer una estructura ideal que delimite tanto su tiempo como sus acontecimientos, pero la complejidad estructural interna nada tiene que ver con este hecho, ya que una sucesión formal acorde con un procedimiento matemático de cualquier índole no presupone que su acontecer se produzca con coherencia musical. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que para mí cada día poseen menor importancia estos aspectos, si bien no por ello deben ser dejados de controlar con un mínimo de rigor.Así se encuentra, por ejemplo, la realización formal del Concierto para Violonchelo(1995). En su desarrollo se utiliza una fragmentación del tiempo siguiendo la serie áurea. Considero de primer orden decidir, bajo la idea inicial (imagen) la duración que todo el desarrollo de la obra debe tener, así como determinar sus puntos de inflexión. Es a partir de la fragmentación áurea de su duración cuando ésta deviene claramente eficaz, y en mi caso sirve para orientar el discurso musical abasteciéndolo de un proceso lineal que ayuda a conformar el discurso formal de toda la obra. La duración prevista era de 25 minutos -que en la interpretación llega a cerca de 28-. La diferencia temporal que deviene del cambio de algunos tempi, así como de las cesuras, calderones, etc. es algo que no me preocupa, puesto que pertenece al ámbito de la interpretación, algo que por otra parte resulta determinado por el propio discurso musical.A partir de este modelo temporal se realizaba una división áurea de su duración en segundos (25 minutos = 1500 segundos), para delimitar así cada una de las partes. A esta se le aplicaba una relación de los tempi en sentido decreciente o creciente y de modo continuo, teniendo en cuenta la división áurea. Se le añadía además, una ordenación de alturas que actuarían como polos de atracción a lo largo de toda la obra, en este caso una serie completa de relaciones de tercera menor ascendente y descendente que tenían que ver con los registros agudo y grave, relacionados con una distancia de semitono en cada una de las tres partes. Evidentemente, ésta disposición sería orientativa, si bien serviría para conducir la linealidad que la propia división temporal conlleva. El propósito era el de mantener una distribución formal en 3 bloques, en la que cada bloque mantuviera un contenido formal idéntico, reducido temporalmente a otro el nivel de división áurea.Modelo formal primario del Concierto.Ejemplo 14A partir de la resolución del tiempo real del contenido de la obra se realizaba una nueva lectura en la que las pulsaciones de cada parte se relacionarían al tiempo real. La división áurea se realizaría posteriormente de acuerdo con estas. Esto implicaba un recálculo áureo de cada uno de los fragmentos. De ese modo se adaptaba el sistema temporal a la lectura musical.Modelo formal de la primera sección.Ejemplo 15De este recálculo se deducía con mayor precisión la fragmentación microformal de cada parte. El proceso formal delimitaría también la densidad de cada fragmento, modelado de forma libre teniendo en cuenta la división áurea. También jugaría un papel importante el uso de la interválica, que según la densidad variaría a intervalos más estrechos o más amplios, siempre dentro de un margen de 6 semitonos -el resto de intervalos supone su inversión-. Esto sería llevado a cabo en cada uno de los fragmentos de la obra, no sin determinados añadidos compensados con omisiones en las partes siguientes o anteriores. En el ejemplo 15 se muestra precisamente uno de estos añadidos, el correspondiente a la primera sección, que sería también proporcional al fragmento anterior. La división formal aquí utilizada también serviría para delimitar el tipo de compás utilizado a lo largo de toda obra, puesto que esta división era llevada a un nivel de unidades inferior a 10 pulsaciones. El motivo de ello era llegar a calcular y controlar con mayor precisión el desarrollo musical. Así, en el inicio de la obra los compases serían 3/4-4/4 - 4/4- 3/4-4/4 - 3/4-4/4 - 4/4 -, etc.Un procedimiento semejante se utilizaría en una de mis últimas obras, en sssssssshhh.....tkpara cuarteto de flautas (1999), en la que el proceso formal se desarrollaba de modo similar, es decir, mediante la distribución temporal con el uso de la serie áurea y una realización interválica acumulativa que pasaba, en el primer fragmento, del semitono (1) a la tercera mayor (4). En este caso también se utilizaba un medio de relación de alturas semejante al del Concierto para violonchelo para establecer los centros tonales. La ordenación partía en este caso de Fa y se desarrollaba en distancias de quinta superior e inferior hasta finalizar con la nota Si, polo opuesto del círculo de quintas. Cada parte de la pieza utilizaba su quinta correspondiente, en dirección ascendente en el bajo y descendente en el agudo.Ejemplo 16En su plasmación final se mantenía también la rigidez de la división por compases directamente relacionados con la división áurea del fragmento. En el ejemplo siguiente se puede observar la realización de la parte inicial que corresponde al ejemplo 16.Ejemplo 17Este procedimiento de trabajo ha sido utilizado en mis obras a partir de Laments(1991), y lo sigue siendo en las actuales, si bien nunca de modo exactamente igual. Si bien el modelo de partida es semejante, el modo de articular y de combinar los elementos depende siempre del carácter de la obra y el instrumental utilizado. No obstante, en otras obras, como las Double Variations(1994) el modo de realización difería enormemente, debido sobre todo a que se utilizaban dos temas tonales como germen del desarrollo de toda la obra. Algo parecido ocurría en el Concierto para Acordeón, en el que se utilizaba un rondeau de Guillaume Dufay. En ambos casos, tal y como ocurría en las 5 piezaspara saxo y percusión, era el elemento temático el que determinaba el desarrollo formal e interválico.En las Double Variationsse utilizaban dos temas. El tema principal era la introducción de "La Creación"de Haydn, en concreto el fragmento inicial de la "Representación del caos", y el tema segundo, el inicio de la "Obertura"de la "Suite Orquestal nº 2"de J.S. Bach. El trabajo era ya de por sí un reto, puesto que construir la obra sobre dos temas tan significativos no resultaba fácil. No se trataba pues de unas variaciones convencionales, ya que ni siquiera su disposición formal -acontecer en el tiempo físico- se comportaba como tal. Así, la obra empezaba con la primera variación basada sobre el tema de Haydn, seguida por otra que también utiliza al mismo tema como referencial. El tema principal haría su aparición después de la segunda variación aunque anteriormente existan referencias explícitas a aquel, por lo que su aparición no constituía una verdadera sorpresa. Las variaciones siguientes, tercera y cuarta, se basaban sobre el tema de Bach, el cual aparecería superpuesto al final de la cuarta variación sobre un trepidante obstinato rítmico. El tema era aquí iniciado únicamente por el cuarteto de madera y continuado por el resto de la orquesta. Las últimas variaciones, quinta y sexta (finale), eran de menor duración que las anteriores, resumiendo las ideas de los dos temas superponiéndolos y combinándolos de muy distinto modo. La construcción de la duración de las variaciones se basaba aquí en un principio de reducción temporal desde la primera a la última variación, en la que esta última era, de hecho, una pequeña coda.Por razones obvias de espacio no es posible ejemplificar todas las obras mencionadas. Normalmente he utilizado siempre, en cada una de ellas, un proceso formal que difiere de la anterior con un firme propósito de evitar cualquier repetición. Los procesos son, sin embargo, notoriamente parecidos en obras continuas. Incluso en obras que guardan cierta distancia también se observan rasgos comunes. Como supongo que sucede a muchos compositores, a menudo me he encontrado con la paradoja de creer haber escrito algo muy distinto a la obra justamente anterior, pero con el paso del tiempo he podido observar que eso no era así. No me preocupa. Cada día me siento más liberado de la obligación de mantener la variedad a toda ultranza. No por ello mantengo menor rigor a la hora de plantear mi trabajo. Supongo que por educación o por costumbre no me siento cómodo en una obra en la que no tengo un elemento de continuidad o de referencia. La única referencia motívica o temática no me sirve tampoco para construir todo un discurso musical. Por otra parte, a lo largo de mi carrera he observado que en demasiadas ocasiones se cae en la banalidad de pretender que una composición pueda realizarse sin planificación alguna o que únicamente pueda concebirse desde el contrario, mediante una hiperplanificación. Lo primero me resulta difícil de concebir, sobre todo cuando tratamos un lenguaje y un modelo expresivo que difieren del idioma de comunicación cotidiano -podríamos decir tonalidad, por tratase del modelo más universal-. La capacidad de construir mediante un lenguaje tonal o modal -para nombrar únicamente dos procedimientos suficientemente conocidos-, no depende únicamente de la capacidad de desarrollar, sino de la capacidad de retener un modelo formal que de coherencia al discurso final. Esto es especialmente importante en cuanto una obra difícilmente es terminada en una sola sesión de trabajo, lo que supone un cambio anímico constante que puede desfigurar la direccionalidad y coherencia de la composición.Por otra parte, el hipercontrol puede llegar generar, desde mi punto de vista, un resultado semejante al no control. Me explico: mientras que el no control presupone una capacidad de decisión continuada, dependiente de los estados de ánimo diversos a lo largo del período de la realización de la obra, el hipercontrol puede llevarnos a la paradoja de que las decisiones puedan ser tomadas con una ausencia total de intuición o intervención de su autor. El serialismo y el azar se encuentran de hecho más cerca que no alejados. El resultado es pues semejante. Yo preciso del control en la medida en que me sirve de modelo, pero no como realización final. En pocas de mis obras se mantiene una fidelidad absoluta al procedimiento ideado desde el inicio, puesto que las necesidades intermedias condicionan el discurso final. Esto supone una intervención cuestionable al contexto de distribución orgánica de la composición, algo que en mi caso considero fundamental, puesto que constituye, de hecho, mi intervención.No quiero decir que con ello sea contrario a otros procedimientos, ni mucho menos, cada creador concibe su propio material y lo adecua a sus necesidades. En la actualidad pretendo que mi música sea entendida por el mayor número posible de personas -eso a sido siempre mi propósito-, renunciando a posiciones radicales que por otra parte nunca he tenido. Opino, como Stravinsky, que hay música buena, música mala y música maestra. Yo intento hacerla lo mejor posible. No es importante si acierto o no, ni siquiera me preocupa, lo que sí me interesa es el intento de superación diaria que para mí conlleva la composición musical.
Conceptos, ideas,
pensamiento
Un lugar donde reflexionar y observar la evolución musical, de ideas, conceptos ….….